El inevitable giro a la izquierda de América Latina
América Latina viene dando, y este año se corona, un giro a la izquierda imparable y muy peligroso. Hay que entender bien que está detrás de las victorias de Castillo en Perú, de Boric en Chile y de Castro en Honduras.
Ojalá fuera un socialismo moderado o “democrático” -que es el menor de los males de la izquierda- pero me temo que lo que viene es un socialismo desenfrenado de intervención estatal, más burocracia y más subsidios.
En los ojos de la izquierda autocrática y de la juventud idealista, que cree en esta ideología económica (sin analizar el fracaso estrepitoso que ha tenido históricamente, salvo en países excepcionales como Canadá y Dinamarca), la pandemia de coronavirus (COVID-19) ha exacerbado la inequidad social y la pobreza en nuestros países. Esto es un análisis simplista, oportunista y craso. Para la generación del “lo quiero ya” y de la satisfacción inmediata, ver el crecimiento y el desarrollo del mundo bajo el paraguas de las leyes del libre mercado es, casi, un insulto.
Nadie dijo que el capitalismo es la panacea, pero desde que Adam Smith explicó la mano invisible es el mejor sistema que tenemos y es lo que ha permitido los mayores avances en el mundo. Desde la propiedad privada hasta la globalización, todo es resultado directo del capitalismo.
El año 2022 pinta muy malo para los que creen en el libre mercado, la competencia y las corrientes de derecha. No solo por las victorias antes mencionadas, sino que, aunado a los gobiernos de izquierda sempiternos y autocráticos de Nicaragua y de Venezuela; los de Bolivia, de México y el Kirchnerismo argentino, tanto Brasil como Colombia pueden girar a la izquierda. Lula es como pegarle a un borracho (que gana). Bolsonaro ha sido un desastre completo y una imitación barata y mala de Trump.
Pero en Colombia Petro, el exalcalde de Bogotá, un guerrillero confeso, puede ser el golpe de mesa más fuerte y que más afectaría a Panamá. Yo espero que, como no hay nada más cobarde que un dólar, muchos inversionistas escojan a Panamá, como lo han hecho venezolanos y peruanos recientemente, como el país adonde radicarse mientras pasa la tormenta. Sin embargo, no debe dejar de preocuparnos que Panamá sufra una entrada de dinero y de pensamientos patrocinados por los grupos de izquierda crecientes y fortalecidos en la región. Panamá sería el santo grial, el premio más valioso. La gaznatada más fuerte al imperio.
Si sumamos la creciente influencia de China (acaba de conseguir establecer relaciones con Nicaragua), la estela de dinero que ha entregado para proyectos de infraestructura en toda la región y la indiferencia norteamericana a la realidad latinoamericana, mal presagio nos espera.
Más allá del afán obsesivo de la Unión Europea (UE) en convertir a Panamá en su chivo expiatorio por su rotundo fracaso socialista, hay un ángulo geopolítico muy importante. Lo que no entienden los países que nos atacan y difaman, principalmente los miembros de dicho organismo, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) y de sus entes chupamedias es que al afectar gravemente a la economía panameña nos llevan a los brazos de la izquierda.
Si tienen dudas, ya el presidente de la Asamblea, miembro del socialista Partido Revolucionario Democrático (PRD), dio un campanazo al expresar en su reciente informe a la nación que pasarán una ley para regular la estabilidad laboral de los empleados de la Autoridad del Canal de Panamá (tema controversial y con visos de inconstitucionalidad tan obvios que es alucinante).
El libre mercado y el capitalismo panameño no son perfectos. Reconozcamos que se deben establecer ciertas medidas sociales para ayudar a los más necesitados a surgir por ellos mismos, pero enseñemos a pescar, no solo a que reciban el pescado. No más subsidios y más educación. Menos burocracia, menos regulación y más competencia.
Tadeo Rengifo
Analista Internacional
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